viernes, 9 de noviembre de 2012

El vanidoso



El vanidoso: entre la soberbia y la ingenuida


Pudiera parecer que la vanidad y la ingenuidad difícilmente puedan andar juntas de la mano. Sin embargo así es en muchas ocasiones; la vanidad traiciona el sentido común. Todo aquel que se maneja habitualmente en el uso de Internet conoce bien lo que es el spam o correo basura. Muchos de esos correos falsos notifican la concesión de premios, regalos o loterías. Es obvio que al existir tanta “oferta” de correo basura exista también una cierta demanda. ¿Qué lleva a algunos individuos a creer que han sido agraciados por una lotería de Australia que ni conocen y a la que no han jugado en su vida? Pues esa mezcla de vanidad e ingenuidad que les hace pensar que ellos han sido los elegidos. 


La sociedad vanidosa, arrogante y egocéntrica


Si en alguna época la vanidad ha pasado de ser un defecto o un pecado a ser casi considerada como una virtud, esta es la época actual. Se admira al que hace ostentación de su éxito o su dinero. En el fondo se trata más de una mezcla de admiración y envidia, ya que quien lo admira, lo que en realidad pretende y ansía es ser como él.
Actualmente, muchos andan más preocupados por la imagen que trasmiten que por lo que son realmente. Esta ausencia de valores propios incide en una sociedad cada vez más egocéntrica y menos preocupada por el bien común. Hoy se valoran más las etiquetas que las formas o el contenido, las exhibiciones económicas o cualquier medio, por patético o ridículo que sea, con tal de alcanzar notoriedad. En esta extraña lucha de egos no tiene demasiada importancia el “ser”, sino el “parecer”.


 La vanidad, es el orgullo basado en cosas vanas, es arrogancia, envanecimiento y deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios méritos, es buscar riquezas perecederas y esperar en ellas.

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